martes, 17 de octubre de 2023

 

                                MIS PASEOS POR ROSALES III                                                                                                 No tengo motivos para salir

      Me lo encuentro muchos días. Somos del mismo pueblo. Le acompaña siempre su hija, pues no quiere salir solo. Bueno, ni solo, ni acompañado, pero es su hija la que se empeña que salga, y aunque sea poco recorrido, que lo haga a diario. ¡¡Qué hija tan buena y cariñosa tiene!!.

Cuando le pregunto las razones para no querer salir, son las mismas que me dan los que como él han caído en un estado depresivo con los años "¿Dónde voy yo a mi edad?. ¿Qué voy a hacer, sino esperar tranquilamente, en mi casita, lo que pronto llegará sin remedio?. Yo ya hice en la vida todo lo que tenía que hacer y no me pidas más, que no me encuentro con ánimos para nada. Y si salgo es porque mi hija es una pesada y no quiero contrariarla. ¿Si viera qué buena es conmigo y como me aguanta?" .

En la última charla con la hija ella me pidió que escribiera algo en mi blog, que animara un poco a su padre y que me tomara como ejemplo de cómo se llega a una edad superior a la que él tiene, pero con ganas de salir y seguir haciendo cosas, aunque sean inútiles. Mira Fuencisla, así se llama la hija, me gustaría complacerte, pero no me gusta servir de ejemplo y tampoco veo como enfocar el artículo, pues mis razonamientos pueden no servir para nada, cuando esa parte del cerebro encargada de esa función le está fallando. Pero veré que puedo hacer.  

Fue anoche, cuando había venido de viaje y no podía dormir. Y entre sueño y sueño tuve  ensoñaciones y en una de ellas aparecí yo de pequeño. Debía de tener tres o cuatro años, estaba en Escalona, mi pueblo y desde la ventana contemplaba una inmensa llanura. Una superficie plana, infinita, vacía, lo que llaman el Prado, solo surcada por una marca alargada, correspondiente a la carretera a Mozoncillo. Y toda mi ilusión, entonces, de niño, era cruzar esa llanura y llegar al final de ella, donde me contaban que había arboles, pinares, y un río, donde bañarse. Y allí quería ir, pero de pronto, y cuando comenzaba a ser mayor observé en mi sueño, que estaban dividiendo poco a poco la llanura, la planicie, el Prado, como en pequeños espacios o parcelas, destinadas a ser ocupadas, para luego usarlas en lo que ponían en unos carteles en cada una de ellas. Estaba claro que si quería llegar al río, cruzando el Prado, tenía que pasar por ellas, o desistir de mi intento. Y no dejé de intentarlo.

Primero aparecieron los cartelitos que ponían guardería, luego otros que dedicaban su uso a escuela pública y una parcela curiosa con un cartel que ponía "Postguerra" y donde no se divisaba nada para comer, y siempre se estaba rezando o levantando el brazo. Más tarde, aparecieron más parcelas que señalaban su destino para Instituto de Enseñanza Media, donde se enseñaba griego y latín, Facultades Universitarias, por las que tenía que pasar si quería seguir mi camino. Casi seguidos estaban las parcelas dedicadas a Academias Militares y luego unos espacios de tierra que habían rellenado de forma muy curiosa. Una parcela la rellenaron de arena, y no se de donde sacaron unas palmeras y un camello, pero que me obligaron a cruzar por allí. En el cartel ponía Ifni Sahara. En otra, el cartel decía Nicaragua, y entre frutas tropicales, guerrilleros y buena gente, también tenía que pasar. Y mas parcelas para visitar, como médico o turista, con carteles que indicaban su situación geográfica, África, Asia, Europa, América. Y en el Prado también había espacio para la sanidad, de obligado paso para mí, como trabajador o como usuario. Ambulatorios de barrio, clínicas particulares, hospitales medianos, grandes instalaciones sanitarias y organismos centrales de gestión, por los que también tenía que pasar.

 Pero en mi sueño, al compás de mi vida, iban pasando los años y, mirando por la ventana,  pude contemplar, poco a poco, como iban desapareciendo del Prado de mi pueblo, y de mi  infancia, todo lo que se había levantado en esas parcelas, y que yo tuve que pasar para perseguir mis deseos. Ya solo quedaba la casa, desde la que yo estaba mirando por la ventana y desde la cual volví a ver de nuevo, ahora, la superficie plana, la llanura el Prado, detrás de la cual estaban los pinares y el río. Y esto me dió más fuerza, ya que de pensionista y retirado no tenía que pasar más pruebas y obligaciones, y solo tener devociones, para llegar a mis pinares y el río, ilusión entonces de mi infancia y que ahora se ha concretado en algo más necesario, vivir mas tiempo y con mejor calidad de vida.

Perdona Fuencisla si no te he podido complacer con el artículo que esperabas y me he limitado a contarte mis sueños y ensoñaciones de esta noche, pero espero que tu padre lo lea, haya vuelto a recordar como yo, el prado de nuestro pueblo y piense que para él también hay pinares y río y más calidad de vida."Y solo hay que intentarlo, paisano, empezando por salir de casa cada día, como yo hago, aunque como a tí, algún día me cueste. Pero el gran beneficio, merece ese pequeño o gran esfuerzo. !!Qué no se diga que uno de Escalona no lo intenta!!

                                                 Alejandro José Domingo Gutiérrez.                                                                                               Madrid 17 de Octubre del 2023                               

                                  

                                

1 comentario:

  1. Muy bueno pues es verdad que hay que tener motivaciones y ganas de hacer cosas para sentirte vivo y encontrarte mejor y sentir que la vida hay que tomarla con alegría y humor.

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